viernes, 14 de enero de 2011

Somos la gente de principios de siglo

Ante un cuadro del pintor Lundström, que representaba unos jarros de agua, comentó el señor K.:

—¡Un cuadro de la antigüedad, de una época bárbara! En aquella época los hombres no sabían distinguir ya nada: el círculo no parecía ya redondo; ni la punta, puntiaguda. Los pintores se veían obligados a recomponerlo todo para mostrarles a los clientes algo definido, unívoco y preciso; veían a su alrededor tantas cosas vagas, fugitivas, dudosas; tenían tanta hambre de integridad que estaban dispuestos a celebrar a un hombre por el solo hecho de que no comerciase con su propia locura. El trabajo se repartía entre muchos; esto se ve perfectamente en este cuadro. Quienes determinaban la forma de los objetos no se preocupaban por su función; con este cántaro no se puede servir agua. En aquella época hubo seguramente muchos hombres a quienes se consideraba sólo como objetos útiles. También de eso tenían que defenderse los artistas. ¡Una época bárbara, la antigüedad!

Alguien hizo observar al señor K. que el cuadro era de la época actual.

—Sí —dijo con tristeza el señor K.—, de la antigüedad.

Historias del Señor Keuner

Bertold Brecht

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