viernes, 14 de enero de 2011

Somos la gente de principios de siglo

Ante un cuadro del pintor Lundström, que representaba unos jarros de agua, comentó el señor K.:

—¡Un cuadro de la antigüedad, de una época bárbara! En aquella época los hombres no sabían distinguir ya nada: el círculo no parecía ya redondo; ni la punta, puntiaguda. Los pintores se veían obligados a recomponerlo todo para mostrarles a los clientes algo definido, unívoco y preciso; veían a su alrededor tantas cosas vagas, fugitivas, dudosas; tenían tanta hambre de integridad que estaban dispuestos a celebrar a un hombre por el solo hecho de que no comerciase con su propia locura. El trabajo se repartía entre muchos; esto se ve perfectamente en este cuadro. Quienes determinaban la forma de los objetos no se preocupaban por su función; con este cántaro no se puede servir agua. En aquella época hubo seguramente muchos hombres a quienes se consideraba sólo como objetos útiles. También de eso tenían que defenderse los artistas. ¡Una época bárbara, la antigüedad!

Alguien hizo observar al señor K. que el cuadro era de la época actual.

—Sí —dijo con tristeza el señor K.—, de la antigüedad.

Historias del Señor Keuner

Bertold Brecht

lunes, 3 de enero de 2011

Para evitar las condicionales del tercer tipo

Decía mi admirado Yitán Tribal, del Final Fantasy IX, que cuando pasan cosas a nuestro alrededor, solo caben dos posibilidades: actuar o no actuar.

Decía un personaje de Walter Moers, Hildegunst von Mythenmetz (soy la hostia de culto), que la sensatez y el miedo eran los dos mayores frenos del Universo a la hora de actuar, y yo estoy de acuerdo con él.

Pero a medida que voy creciendo, tengo la sensación de que se dramatiza mucho la equivocación. La gente se harta de no actuar, y se harta de no equivocarse.

Partiendo de que cada uno es cada uno (y que lo que digo me sirve hoy a mí, pero no sé si es válido para los demás), creo que, en la vida, el que no arriesga, no gana. Y desde que descubrí que sin miedo a equivocarme me divertía mucho más, tengo opiniones más arriesgadas, hago locuras impensables para gente prudente y me lanzo al vacío sin pensar en el fracaso.

Me he equivocado muchas veces, claro, ha habido épicas columpiadas, pero jamás jamás jamás jamás he tenido la sensación de que no valiera la pena el intento.

Recomiendo las locuras por amor. Recomiendo llamar a una amiga e irte a... no sé, a la ría de Cubas en piragua a ver atardecer. Recomiendo coger el coche un día en verano e ir a Galicia a ver a quien quieres, o jugártelo todo a un beso a cara o cruz solo por una corazonada. O coger el coche con un amigo y cruzar el mundo, aunque solo sea por el viento en el pelo y los acordes de guitarra.

Soy un tío tranquilo y con cierta tendencia a la pasividad, pero al menos soy consciente de ello, y de que solo se es joven una vez, y luego nunca vuelve, nunca jamás.

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