lunes, 8 de enero de 2018

P

El ahora viste negro
y va descalzo por ahí,
tiene arena en los bolsillos
y una foto de París.

La sonrisa ladeada,
y en la mente siempre juegos
de ladrones y castillos
y estirados caballeros.

 El ahora tiene pinta
de no haber desayunado,
de tomarse muy en serio
los trocitos del helado,

pompas, libros, chocolate,
y un abrigo afeminado,
(y los juegos de palabras,
como el Scrabble o el Ahorcado).

Al ahora no le importan
los bigotes ni los puros,
ni el marido de mengana,
o que fulano se haga el duro.

Vive en mundos submarinos,
en ventañas empanadas,
en las ruedas de una bici
y en las patas de la cama.

Y se enfada como un niño
que creía que un mastín
no era un bicharraco enorme
sino un perro chiquitín.

Si se mueve con cuidado
es para nunca molestar
a los zumos (concentrados)
y a las tablas de planchar.

Y hace puzzles de cabeza,
inventa historias (¡seis o siete!)
y da besos muy bonitos
y gruñidos de juguete.

Si algún día te lo encuentras,
no lo asustes, no le digas
que te escuche, que te enseñe,
o que te rasque la barriga.

Al ahora no le gusta
que le enseñen a vivir.
Tiene juegos, y castillos
y una foto de París.

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