jueves, 4 de agosto de 2011

Eclosión

Cuando Nathan Stewart (el hombre con más éxito de toda América en el mundo del marketing) llegó a casa aquel día, todo en él irradiaba confianza y seguridad, al menos para cualquier observador normal.

Un observador avispado, sin embargo, habría notado que en su sonriente muro de piedra facial, había grietas. Habría percibido cómo esas grietas iban gradualmente marcándose más, en el eje central de su cuerpo. Habría advertido, alarmado, que Nathan Stewart al llegar a casa aquel día se estaba partiendo en dos y que, efectivamente, las dos mitades se estaban desprendiendo la una de la otra.

Al caer definitivamente al suelo los dos trozos vacíos de Nathan con un sonido hueco, dicho observador habría podido vislumbrar, si se hubiera fijado bien, a un pequeño ser de un color verde oscuro, húmedo, arrugado, lloroso y frágil, y habría podido verlo correr penosamente a la cama y abrazarse a la almohada, manchando las sábanas de lágrimas y sangre.

El único consuelo -pensó Nathan Stewart mientras lloraba- es que los observadores avispados escasean.





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